la cinta de una tinta, distinta, extinta, indistinta, entrecinta, microcinta de una gran pinta: sacatinta, trocatinta

miércoles, 14 de octubre de 2009

Sabado 30 de abril, 2005

El día anterior habíamos tomado vino como locos, habíamos visto la pantera rosa a las 3am, después nos dormimos en aquel colchón grueso rodeado de vasos sucios y la oscuridad de aquel cuarto de color azul marino q dejaba sombras en cualquier espacio, a las 5am sonó su teléfono y se fue a su casa, yo me desperté a las 9, busque un poco de aquello que necesitaba para quitarme ese dolor de cabeza y poder terminar de despertar, pero no encontré nada, ¡joder! Se me había terminado y no me había dado cuenta, no me la terminaba de creer, busque por todo mi closet, hasta en donde sabia q no podía haber, le di vuelta a todo, saque todo desesperada y en realidad no había nada, agarre un poco de dinero, el carro y me fui rápido a donde sabia q si lo encontraría, Queens, en ese tiempo todavía existía, ese putero que quedaba en la zona 10, llegue y le dije al italiano q me vendiera 1 gramo y q me diera el otro así y q al rato se lo pagaba, me hizo un par de caras, pero igual me conocía y sabia q se lo pagaría, sentía q no llegaba a mi casa de la ansiedad de saber q llevaba tanto de eso q necesitaba, mientras iba en camino, talvez por el obelisco, iba pensando en q talvez ya era tiempo de subirle a la dosis, me empezaba a dar nausea ver esos 2 gramos de paranoia justo en el cenicero de mi carro, pero era mas bien tanta ansiedad por llegar a mi casa y empezar otro día mas, como cualquier otro.
Llegue a mi casa, subí corriendo hasta mi cuarto, saque la jeringa que tenia debajo del lavamanos pegado en la parte superior del cajón, vi q la aguja ya no tenia punta, pero no le tome importancia, llevaba talvez una o dos semanas de usar la misma, busque un cincho para amarrarme el brazo y regrese al baño.

En mi casa trabajaba una mujer de unos 23 años en ese tiempo, se llamaba Rogelia, era malencarada, callada y casi siempre nos peleábamos o me ignoraba, a veces le gritaba desde arriba para q me dijera en donde había dejado algo y ella simplemente me ignoraba.
El día anterior ella había pedido permiso para irse a su casa, se iba siempre a las 4 de la mañana para lograr llegar a su casa a las 5 de la tarde.

Estaba paranoica, tanta goma y nausea me hacia temblar demasiado, me recordé que había dejado la puerta del cuarto abierta y regrese a cerrarla, después regrese al baño y empecé a preparar todo. Seguía con la idea de subirle a la dosis, ya para ese tiempo mi dosis normal era de una capsula sobre 20mililitros de agua del chorro. Cuando trataba de agregar un poco de la segunda capsula se fue completa, así que llene la jeringa de agua del chorro y pensé en ponerme la mitad y luego me pondría la otra mitad.
Todo estaba tan silencioso que lograba oír dentro de mí un corazón latiendo a toda prisa de la maldita ansiedad que manejaba.
Amarre mi brazo y me senté en la grada de la bañera, agarre la jeringa y a punto estaba de inyectarme cuando me dio por verme en el espejo, me vi y llore un poco, estaba sola, enferma, delgada, pálida, que de destrucción había encontrado el método perfecto en el lugar mas silencioso del mundo, una soledad que la acompañaba multitudes de gente que estaba igual.
Tenía una burbuja azul, morada, verde, amarilla en el brazo, llena de pus, de pasado, de sangre, de esas ganas de no vivir, de esas ganas de largarme, de esas ganas de no tener ganas.
Cuando iba exactamente por la mitad de la medida de una jeringa numero 3 me puse tan tensa que perdí el control de mi fuerza, mi mano se cerro disparando todo aquello dentro de mi brazo, fue como si se me taparan los oídos y dentro de mi cabeza, llena de eco, sonaban unas laminas de acero contra mi pecho, seguía subiendo la velocidad y me di cuenta que me estaba muriendo, no podía pararme, estaba convulsionando y estaba sola. De repente me vi como espectadora de una vida en destrucción, podía verme desde otro ángulo, como rebotaba por todo mi cuarto, cuando al fin logre salir de baño, caí sobre una mesa que tenia vasos sucios desde hacia no se cuanto tiempo, los rompí con la espalda y se me olvido que estaba sola, grite sin fuerza y con una voz diferente a la mía a Rogelia...
La puerta estaba con llave y alguien trataba de entrar, yo me veía para frente a mí y de verdad sentía que no lo lograría. No se como pude pararme y caminar un poco hasta la puerta, lo único q tenia q hacer era quitar llave.
Afuera alguien gritaba que no podía subir las gradas ¿que esta pasando? Adentro estaba alguien rodeada de gente que en realidad no estaba, veía cosas horribles, la gente caminaba hacia mi, sabia que no estaban allí y de seguro eso era algo parecido a un inframundo en mi cabeza, a eso que después llamaría: el comité de mi cabeza. Los fantasmas que siempre me acompañaban.
Logre abrir la puerta y caí, justo en frente de las gradas, se me caía el mundo, veía venir un gran desastre, quería llorar, trate de enfocar a la cara de la persona que tenia al lado tratando de arrastrarme hacia las gradas, trate de ayudarle parándome un poco, pero la presión de la convulsión me llevaba hacia el piso como un imán manipulado por algo mas.
Rogelia se había decidido por salir un poco tarde ese día, ya que iba a estar fuera 2 semanas, quería dejar todo limpio y se había atrasado.
Me miraba y me preguntaba si había comido algo, me dijo: Sarita usted no ha comido nada en 3 semanas. Yo solo podía señalarle mi brazo del que todavía salía sangre.
Me arrastro hacia abajo, me pregunto si quería tomar agua y siguió hasta la puerta, estaba decidida a llevarme al hospital caminando, sabia que no llegaría entonces puse su mano en mi pecho y le metió el turbo hacia la casa de mi vecino, toco el timbre 20 veces y salio toda una familia asustada de la puerta principal hacia el portón, una señora le tapaba los ojos a sus dos hijas, mientras que la señora de la casa me llevaba hacia adentro gritándole a mi primo que la ayudara a subirme a un cuarto, trataron de acostarme en una cama, pero de verdad no podía estarme quieta, andaba con todo el speed de la muerte encima, me dieron ganas de vomitar y camine hacia el baño, Fabián me sostenía cuando me agache para vomitar, vi, reflejado en el agua, gente que repetía con voz alta y agresiva: saber orar es saber morir, me estaba desmayando así que ellos decidieron llevarme al hospital.
Habían pasado solo 3 minutos desde que me inyecte y ya iba camino al hospital, todo eso en tres minutos, ¿cuanto tiempo más pasaría? eran eternos los minutos y ya estaba cansada.
Llegue al hospital, me baje, me quite agresiva a una señora que no dejaba de sostenerme y entre, me preguntaron que me pasaba y dije: sobredosis
no podía dejar de escuchar esa voz que me decía: saber orar es saber morir.
Nunca rece y después, morí….

1 comentario:

astrid dijo...

siempre que he escuchado esta historia, no he podido evitar asombrarme cada vez más, sin embargo ahora entiendo. Yo conocí a mi sister despues de esta muerte... de donde tuvo que volver a nacer para convertirse en la gran tipa que es hoy... en la gran mujer que no puede parar de volar o trazar caminos para recorrerlos a su muy particular modo. Naciste otra vez y me has enseñado a reir y abrazar. No olvides nunca que te quiero mucho.

¿Y yo quien soy, de donde vengo, en donde estoy?

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