Mark era el mejor amigo en vida
No había soledad tan grande que la que se sentía a su lado.
Era callado y siempre estaba pensativo
El era el mejor amante de mi mundo porque nunca se me acercaba y jamás me toco, mas que con su tristeza asesina de el, a veces lloraba y después me miraba por largo rato mientras yo escribía un poco de nada.
Las pocas veces que me hablaba me decía cosas como; yo no creo en la vida, siempre voy a estar con vos, pero que conste que no soy una persona leal, en cuanto pueda la voy a cagar, y nunca vi una sonrisa de el, hasta el día de su muerte. Mark moría todos los días, de mil formas, el soñaba con no despertar, nunca hubo fracaso mas grande para su vida, que todos los días al despertar.
Y el día que se me fue, me di cuenta que nunca encontraría un amor igual.
Demasiado borracho...
Ojala siguieras aquí, entristeciéndome la vida, dándome motivos, para no tener motivo y seguir oyéndote repetir; la patética vida
la cinta de una tinta, distinta, extinta, indistinta, entrecinta, microcinta de una gran pinta: sacatinta, trocatinta
miércoles, 21 de octubre de 2009
Odio leer poesía
Entonces preguntaban:
Me tenia lejos de mi, cuando quise verte llegar, nunca logre dejarte pasar, porque sabia q ibas a herirme, q bueno fue acordar lo acordado, para poder romper el pacto y arrodillarme en el lodo, las rodillas con sangre de esta mierda de soldado, ya no importa sentir las heridas, lo importante es sentir, sentir fatal, sentir las mordidas del viento en el cuerpo propio, sentir el mundo exterior, del q no podemos parar la fricción constante, la fricción que duele, la fricción dentro de este somatizado llanto de nada, de este placebo de angustias continuas de mundos ciegos de todo, de puertas, de adoración de adioses.
que nunca van a parar, ¡adios!
Me tenia lejos de mi, cuando quise verte llegar, nunca logre dejarte pasar, porque sabia q ibas a herirme, q bueno fue acordar lo acordado, para poder romper el pacto y arrodillarme en el lodo, las rodillas con sangre de esta mierda de soldado, ya no importa sentir las heridas, lo importante es sentir, sentir fatal, sentir las mordidas del viento en el cuerpo propio, sentir el mundo exterior, del q no podemos parar la fricción constante, la fricción que duele, la fricción dentro de este somatizado llanto de nada, de este placebo de angustias continuas de mundos ciegos de todo, de puertas, de adoración de adioses.
que nunca van a parar, ¡adios!
miércoles, 14 de octubre de 2009
Sabado 30 de abril, 2005
El día anterior habíamos tomado vino como locos, habíamos visto la pantera rosa a las 3am, después nos dormimos en aquel colchón grueso rodeado de vasos sucios y la oscuridad de aquel cuarto de color azul marino q dejaba sombras en cualquier espacio, a las 5am sonó su teléfono y se fue a su casa, yo me desperté a las 9, busque un poco de aquello que necesitaba para quitarme ese dolor de cabeza y poder terminar de despertar, pero no encontré nada, ¡joder! Se me había terminado y no me había dado cuenta, no me la terminaba de creer, busque por todo mi closet, hasta en donde sabia q no podía haber, le di vuelta a todo, saque todo desesperada y en realidad no había nada, agarre un poco de dinero, el carro y me fui rápido a donde sabia q si lo encontraría, Queens, en ese tiempo todavía existía, ese putero que quedaba en la zona 10, llegue y le dije al italiano q me vendiera 1 gramo y q me diera el otro así y q al rato se lo pagaba, me hizo un par de caras, pero igual me conocía y sabia q se lo pagaría, sentía q no llegaba a mi casa de la ansiedad de saber q llevaba tanto de eso q necesitaba, mientras iba en camino, talvez por el obelisco, iba pensando en q talvez ya era tiempo de subirle a la dosis, me empezaba a dar nausea ver esos 2 gramos de paranoia justo en el cenicero de mi carro, pero era mas bien tanta ansiedad por llegar a mi casa y empezar otro día mas, como cualquier otro.
Llegue a mi casa, subí corriendo hasta mi cuarto, saque la jeringa que tenia debajo del lavamanos pegado en la parte superior del cajón, vi q la aguja ya no tenia punta, pero no le tome importancia, llevaba talvez una o dos semanas de usar la misma, busque un cincho para amarrarme el brazo y regrese al baño.
En mi casa trabajaba una mujer de unos 23 años en ese tiempo, se llamaba Rogelia, era malencarada, callada y casi siempre nos peleábamos o me ignoraba, a veces le gritaba desde arriba para q me dijera en donde había dejado algo y ella simplemente me ignoraba.
El día anterior ella había pedido permiso para irse a su casa, se iba siempre a las 4 de la mañana para lograr llegar a su casa a las 5 de la tarde.
Estaba paranoica, tanta goma y nausea me hacia temblar demasiado, me recordé que había dejado la puerta del cuarto abierta y regrese a cerrarla, después regrese al baño y empecé a preparar todo. Seguía con la idea de subirle a la dosis, ya para ese tiempo mi dosis normal era de una capsula sobre 20mililitros de agua del chorro. Cuando trataba de agregar un poco de la segunda capsula se fue completa, así que llene la jeringa de agua del chorro y pensé en ponerme la mitad y luego me pondría la otra mitad.
Todo estaba tan silencioso que lograba oír dentro de mí un corazón latiendo a toda prisa de la maldita ansiedad que manejaba.
Amarre mi brazo y me senté en la grada de la bañera, agarre la jeringa y a punto estaba de inyectarme cuando me dio por verme en el espejo, me vi y llore un poco, estaba sola, enferma, delgada, pálida, que de destrucción había encontrado el método perfecto en el lugar mas silencioso del mundo, una soledad que la acompañaba multitudes de gente que estaba igual.
Tenía una burbuja azul, morada, verde, amarilla en el brazo, llena de pus, de pasado, de sangre, de esas ganas de no vivir, de esas ganas de largarme, de esas ganas de no tener ganas.
Cuando iba exactamente por la mitad de la medida de una jeringa numero 3 me puse tan tensa que perdí el control de mi fuerza, mi mano se cerro disparando todo aquello dentro de mi brazo, fue como si se me taparan los oídos y dentro de mi cabeza, llena de eco, sonaban unas laminas de acero contra mi pecho, seguía subiendo la velocidad y me di cuenta que me estaba muriendo, no podía pararme, estaba convulsionando y estaba sola. De repente me vi como espectadora de una vida en destrucción, podía verme desde otro ángulo, como rebotaba por todo mi cuarto, cuando al fin logre salir de baño, caí sobre una mesa que tenia vasos sucios desde hacia no se cuanto tiempo, los rompí con la espalda y se me olvido que estaba sola, grite sin fuerza y con una voz diferente a la mía a Rogelia...
La puerta estaba con llave y alguien trataba de entrar, yo me veía para frente a mí y de verdad sentía que no lo lograría. No se como pude pararme y caminar un poco hasta la puerta, lo único q tenia q hacer era quitar llave.
Afuera alguien gritaba que no podía subir las gradas ¿que esta pasando? Adentro estaba alguien rodeada de gente que en realidad no estaba, veía cosas horribles, la gente caminaba hacia mi, sabia que no estaban allí y de seguro eso era algo parecido a un inframundo en mi cabeza, a eso que después llamaría: el comité de mi cabeza. Los fantasmas que siempre me acompañaban.
Logre abrir la puerta y caí, justo en frente de las gradas, se me caía el mundo, veía venir un gran desastre, quería llorar, trate de enfocar a la cara de la persona que tenia al lado tratando de arrastrarme hacia las gradas, trate de ayudarle parándome un poco, pero la presión de la convulsión me llevaba hacia el piso como un imán manipulado por algo mas.
Rogelia se había decidido por salir un poco tarde ese día, ya que iba a estar fuera 2 semanas, quería dejar todo limpio y se había atrasado.
Me miraba y me preguntaba si había comido algo, me dijo: Sarita usted no ha comido nada en 3 semanas. Yo solo podía señalarle mi brazo del que todavía salía sangre.
Me arrastro hacia abajo, me pregunto si quería tomar agua y siguió hasta la puerta, estaba decidida a llevarme al hospital caminando, sabia que no llegaría entonces puse su mano en mi pecho y le metió el turbo hacia la casa de mi vecino, toco el timbre 20 veces y salio toda una familia asustada de la puerta principal hacia el portón, una señora le tapaba los ojos a sus dos hijas, mientras que la señora de la casa me llevaba hacia adentro gritándole a mi primo que la ayudara a subirme a un cuarto, trataron de acostarme en una cama, pero de verdad no podía estarme quieta, andaba con todo el speed de la muerte encima, me dieron ganas de vomitar y camine hacia el baño, Fabián me sostenía cuando me agache para vomitar, vi, reflejado en el agua, gente que repetía con voz alta y agresiva: saber orar es saber morir, me estaba desmayando así que ellos decidieron llevarme al hospital.
Habían pasado solo 3 minutos desde que me inyecte y ya iba camino al hospital, todo eso en tres minutos, ¿cuanto tiempo más pasaría? eran eternos los minutos y ya estaba cansada.
Llegue al hospital, me baje, me quite agresiva a una señora que no dejaba de sostenerme y entre, me preguntaron que me pasaba y dije: sobredosis
no podía dejar de escuchar esa voz que me decía: saber orar es saber morir.
Nunca rece y después, morí….
Llegue a mi casa, subí corriendo hasta mi cuarto, saque la jeringa que tenia debajo del lavamanos pegado en la parte superior del cajón, vi q la aguja ya no tenia punta, pero no le tome importancia, llevaba talvez una o dos semanas de usar la misma, busque un cincho para amarrarme el brazo y regrese al baño.
En mi casa trabajaba una mujer de unos 23 años en ese tiempo, se llamaba Rogelia, era malencarada, callada y casi siempre nos peleábamos o me ignoraba, a veces le gritaba desde arriba para q me dijera en donde había dejado algo y ella simplemente me ignoraba.
El día anterior ella había pedido permiso para irse a su casa, se iba siempre a las 4 de la mañana para lograr llegar a su casa a las 5 de la tarde.
Estaba paranoica, tanta goma y nausea me hacia temblar demasiado, me recordé que había dejado la puerta del cuarto abierta y regrese a cerrarla, después regrese al baño y empecé a preparar todo. Seguía con la idea de subirle a la dosis, ya para ese tiempo mi dosis normal era de una capsula sobre 20mililitros de agua del chorro. Cuando trataba de agregar un poco de la segunda capsula se fue completa, así que llene la jeringa de agua del chorro y pensé en ponerme la mitad y luego me pondría la otra mitad.
Todo estaba tan silencioso que lograba oír dentro de mí un corazón latiendo a toda prisa de la maldita ansiedad que manejaba.
Amarre mi brazo y me senté en la grada de la bañera, agarre la jeringa y a punto estaba de inyectarme cuando me dio por verme en el espejo, me vi y llore un poco, estaba sola, enferma, delgada, pálida, que de destrucción había encontrado el método perfecto en el lugar mas silencioso del mundo, una soledad que la acompañaba multitudes de gente que estaba igual.
Tenía una burbuja azul, morada, verde, amarilla en el brazo, llena de pus, de pasado, de sangre, de esas ganas de no vivir, de esas ganas de largarme, de esas ganas de no tener ganas.
Cuando iba exactamente por la mitad de la medida de una jeringa numero 3 me puse tan tensa que perdí el control de mi fuerza, mi mano se cerro disparando todo aquello dentro de mi brazo, fue como si se me taparan los oídos y dentro de mi cabeza, llena de eco, sonaban unas laminas de acero contra mi pecho, seguía subiendo la velocidad y me di cuenta que me estaba muriendo, no podía pararme, estaba convulsionando y estaba sola. De repente me vi como espectadora de una vida en destrucción, podía verme desde otro ángulo, como rebotaba por todo mi cuarto, cuando al fin logre salir de baño, caí sobre una mesa que tenia vasos sucios desde hacia no se cuanto tiempo, los rompí con la espalda y se me olvido que estaba sola, grite sin fuerza y con una voz diferente a la mía a Rogelia...
La puerta estaba con llave y alguien trataba de entrar, yo me veía para frente a mí y de verdad sentía que no lo lograría. No se como pude pararme y caminar un poco hasta la puerta, lo único q tenia q hacer era quitar llave.
Afuera alguien gritaba que no podía subir las gradas ¿que esta pasando? Adentro estaba alguien rodeada de gente que en realidad no estaba, veía cosas horribles, la gente caminaba hacia mi, sabia que no estaban allí y de seguro eso era algo parecido a un inframundo en mi cabeza, a eso que después llamaría: el comité de mi cabeza. Los fantasmas que siempre me acompañaban.
Logre abrir la puerta y caí, justo en frente de las gradas, se me caía el mundo, veía venir un gran desastre, quería llorar, trate de enfocar a la cara de la persona que tenia al lado tratando de arrastrarme hacia las gradas, trate de ayudarle parándome un poco, pero la presión de la convulsión me llevaba hacia el piso como un imán manipulado por algo mas.
Rogelia se había decidido por salir un poco tarde ese día, ya que iba a estar fuera 2 semanas, quería dejar todo limpio y se había atrasado.
Me miraba y me preguntaba si había comido algo, me dijo: Sarita usted no ha comido nada en 3 semanas. Yo solo podía señalarle mi brazo del que todavía salía sangre.
Me arrastro hacia abajo, me pregunto si quería tomar agua y siguió hasta la puerta, estaba decidida a llevarme al hospital caminando, sabia que no llegaría entonces puse su mano en mi pecho y le metió el turbo hacia la casa de mi vecino, toco el timbre 20 veces y salio toda una familia asustada de la puerta principal hacia el portón, una señora le tapaba los ojos a sus dos hijas, mientras que la señora de la casa me llevaba hacia adentro gritándole a mi primo que la ayudara a subirme a un cuarto, trataron de acostarme en una cama, pero de verdad no podía estarme quieta, andaba con todo el speed de la muerte encima, me dieron ganas de vomitar y camine hacia el baño, Fabián me sostenía cuando me agache para vomitar, vi, reflejado en el agua, gente que repetía con voz alta y agresiva: saber orar es saber morir, me estaba desmayando así que ellos decidieron llevarme al hospital.
Habían pasado solo 3 minutos desde que me inyecte y ya iba camino al hospital, todo eso en tres minutos, ¿cuanto tiempo más pasaría? eran eternos los minutos y ya estaba cansada.
Llegue al hospital, me baje, me quite agresiva a una señora que no dejaba de sostenerme y entre, me preguntaron que me pasaba y dije: sobredosis
no podía dejar de escuchar esa voz que me decía: saber orar es saber morir.
Nunca rece y después, morí….
miércoles, 7 de octubre de 2009
Rehab 2: entrega de cigarros
Sonaba la alarma silenciosa de un reloj de pulsera, 4:30 de la mañana, se tiraba la gorda de Odette del camarote superior, somataba sus gordos pies contra el piso de madera frágil, gritaba con su estridente voz, una y otra vez “colchones a nivel de piso, que rebote la moneda” claro q nadie se movía, por mas que forzara la voz, la noche anterior, talvez a las 9 de la noche pasaba el de las pastillas dándole un coctel diferente a cada una, estando drogadas no se oía nada, pero seguía insistiendo y poco a poco nos incorporábamos y despertábamos todas y en orden encendíamos un cigarro y después nos bañábamos, para poder hacer la fila de la desesperada entrega de cigarros.
Rehab 1: La Dumi
Entraba la Dumi a la casa, furiosa porque su único calzón seguía mojado y los hombres tenían el turno de usar la secadora, éramos 18 mujeres, cada una mas loca que la otra, estábamos tiradas en la enorme sala de la cabaña de mujeres, viendo como entraba la Dumi con su calzón en la mano, sus brazos tatuados y su pelo despeinadísimo no decían ni la mitad de lo que decía la cicatriz de su cara, veíamos los caballeros del zodiaco todas las tardes a las 5, y la Dumi se paro en medio de la sala, todas nos reíamos y ella furiosa, agarro su único calzón, volteo a ver el microondas lo abrió de un golpe y bruscamente tiro su calzón dentro, puso 15 minutos y se sentó a ver los caballeros del zodiaco con nosotras.
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